Te recordaré, yo te recordaré

Lo que no sabías que querías saber

¡Hola!

Es viernes 11 de abril, y aunque aquí casi siempre traemos cosas ligeras, esta semana fue distinta. Desde el martes, todo el país estuvo en lo mismo: buscando nombres, pasando listas, mandando datos. En medio del caos, se notó la nobleza de la gente. Esa solidaridad se coló en nuestro grupo de WhatsApp de Magaciners, lo que nos ayudó a mantenernos atentos y acompañados.

LA ESQUINA CALIENTE
VUELO ALTO

El año pasado estábamos relajando con el famoso burro Ignacio, la mascota de Rubby Pérez que se había perdido. Hicimos memes, nos reímos, pero también nos preocupamos de verdad. Hace unas semanas, el tema fue el bizcocho de los 15 años de su hija, que fue tan costoso que indignó a muchos. Todo eso lo comentábamos con chercha, pero también con cariño, porque Rubby siempre se sintió como uno de los nuestros: cercano, jocoso y entregado a su familia.

Esta semana, venimos con el corazón lleno de la tristeza que cubre a nuestro país. Rubby Pérez falleció el 8 de abril en el colapso del techo en la discoteca Jet Set, una de las peores tragedias no naturales de RD. Junto a él, perdieron la vida decenas de personas que disfrutaban de su música.

La alegría nacional quedó silenciada bajo los escombros. Esa noche, que debió ser de celebración, se convirtió en un antes y un después para el pueblo dominicano. Cientos de personas lloran la partida de sus seres queridos y el merengue la pérdida de una de las voces más emblemáticas del género.

Rubby Pérez, conocido como “la voz más alta del merengue”, se fue con micrófono en mano. Como quien no quería despedirse. Como quien sabía que su lugar era el escenario. Hoy, recordamos su legado.

Roberto Antonio Pérez Herrera

Ese era su nombre de pila. Nació el 8 de marzo de 1956 en Bajos de Haina, San Cristóbal. Como muchos dominicanos, era amante de la pelota y soñaba con ser beisbolista. A los 15 años, sufrió un accidente automovilístico que lo dejó con una pierna inmóvil y le tumbó el sueño de Grandes Ligas. Estuvo hospitalizado durante casi un año y le tomó dos años de terapia volver a caminar con normalidad.

En ese momento difícil, contó con el amor y sabiduría de su abuela. Heredó su fe de su padre, quien era pastor evangélico en Herrera y se refugió en la iglesia y en la música. Aprendió a tocar la guitarra y comenzó a participar en el coro de la iglesia local, donde se destacó de una vez. Eso no se quedó ahí, porque decidió profesionalizarse e ingresar al Conservatorio Nacional de Música de Santo Domingo.

Aunque quería cantar boleros, la necesidad lo llevó al merengue. Un verdadero triunfo para el género.

De Haina para el mundo

Rubby arrancó como novato en agrupaciones como Los Juveniles de Baní y Los Pitágoras. En 1982, entró a Los Hijos del Rey gracias a una audición que, si no fuera real, parecería cuento. Fernando Villalona anunció en El Show del Mediodía que necesitaba a alguien que hiciera el coro de La tuerca, y que lo buscaba esa misma noche en la esquina caliente de Herrera.

Rubby estaba en Haina cantando serenatas y su amigo Gary le dijo que cuando terminaran, le robaba el carro a su mamá. Así mismo fue. Arrancaron para allá como a las 12 de la noche. Rubby no quería ir —tenía los zapatos rotos y la ropa fea— pero igual se tiró. Y menos mal.

Esa noche lo probaron cantando canciones como Marisela, La boda de Marisela y La Tetera y la Tijera y con esa increíble voz, rompió. Lo contrataron y le empezaron a pagar 35 pesos por baile. 

Como ya en el medio había demasiados Robertos, Fernando le preguntó cómo le decían en su casa. Rubby le dijo: “Bobby, Roby, Rubby…”. Fernando no lo pensó mucho: “Rubby, ese es el nombre. Olvídate”. Un apodo que terminó siendo leyenda.

Pero la cosa se puso buena en 1982 cuando a sus 26 años llegó a la orquesta de Wilfrido Vargas. Con Wilfrido, interpretó éxitos como El Africano (1983) y Volveré (1984), canciones que le regalaron éxito internacional y que todavía ponen a todo el mundo a bailar. En esa orquesta grabó 22 temas, pero sobre todo, fue la escuelita que lo preparó para una carrera en solitario.

¡A todo galope!

En 1987, Rubby decidió lanzarse como solista. Su primer disco trajo varios temas que se volvieron clásicos: Buscando tus besos (la favorita de la millennial del equipo), Cobarde, cobarde, Dame veneno. Al año siguiente, salió su segunda producción, Fiesta para dos, con canciones que también se pegaron como Enamorado de ella y Hazme olvidarla.

Su pitico en las canciones era un sello inconfundible, así como sus frases icónicas: ¡Que lindo! ¡Ay ombe! y ¡A todo galope!

Obtuvo discos de oro y platino, hizo giras internacionales, se presentó en escenarios como el Madison Square Garden y ganó premios Casandra (antes de que fueran Soberano).

En los años 90, Venezuela se volvió su segunda casa. Rubby Pérez vivió allá durante varios años y se convirtió en un ídolo del merengue en suelo venezolano. Sus canciones eran fijas en las bodas y celebraciones, y su amor por ese país fue tan profundo que llegó a decir que se consideraba dominico-venezolano.

Ese vínculo se mantuvo hasta el final. No solo lo expresó en su última presentación, sino que hasta su ataúd llevaba ambas banderas —la dominicana y la venezolana— como símbolo de ese cariño compartido. Apenas en octubre del año pasado, estuvo en Venezuela dando un show en vivo.

Rubby contaba con el cariño del público, la admiración de sus colegas y el reconocimiento de los críticos. En marzo de 2024, la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte) le otorgó el Soberano al Mérito. Y tan solo hace unas semanas, lo vimos cantar éxitos como Perro ajeno, Tú vas a volar y Sobreviviré en la edición 40 de la premiación.

Un sobreviviente

La vida de Rubby fue una prueba de resiliencia. A los 10 días de nacer sufrió fiebre tifoidea. En su adolescencia tuvo el accidente que le cambió la vida. En la adultez, tuvo otro accidente en Puerto Rico y luego una caída en las escaleras de su residencial.

En 2022, habló sobre el golpe de la pandemia, cuando su salud y su economía se vieron en peligro. Pero fue Dios —según sus palabras— quien lo sostuvo.

Ese mismo año, en octubre, la vida le dio el golpe más duro: falleció su esposa, Inés Lizardo, con quien compartió más de 30 años. Inés era su todo, su amor de colegio, su compañera de vida. Tuvieron cuatro hijos juntos, incluyendo a Zulinka Pérez, quien lo acompañaba como parte de su agrupación musical.

Además de sus hijos con Inés, tuvo siete hijos en total. Con la diseñadora Michelle Reynoso tuvo a Ana Beatriz, quien apenas el 21 de marzo celebró sus 15 años con una fiesta por todo lo alto. 

En los videos se ve que gozó, bailó y cantó por primera vez con su hija la canción Tu sangre en mi cuerpo, una balada originalmente de Pepe y Ángela Aguilar que habla sobre el vínculo entre padre e hija. Grabaron juntos la versión en merengue, lo que fue especial porque él recién descubrió en enero que su hija ya podía cantar.

Una despedida en grande

Este 2025 pintaba especial para él. El 21 de marzo celebró los 15 años de su hija Ana Beatriz con una fiesta por todo lo alto. Cuatro días después, el 25, fue homenajeado en la edición número 40 de los Premios Soberano. Volvió a presentarse en el Jet Set tras tres años sin hacerlo, y tenía planes de celebrar sus 50 años en la música.

Según Zulinka, esa noche no estaba en agenda. El show era para el 14, pero Rubby lo adelantó para poder irse antes a Houston, con su pareja.

Días antes, le había dicho que quería tocar menos, estar en paz. Que ella y Miguel —su esposo, su banda— siguieran con un grupo nuevo: Los Hijos de Rubby. Todo eso lo dijo sin saber que serían, también, palabras de despedida.

Su partida, y el lamentable suceso del Jet Set, han conmocionado al mundo. Artistas, políticos y medios nacionales e internacionales han expresado su solidaridad con nuestro país.

El mes pasado cumplió 69 años. Su música, por suerte, se queda con nosotros. Y si te da por recordarlo en modo nostálgico pero bonito, a finales del año pasado grabó estas sesiones acústicas. 

Rubby se despidió como pocos artistas pueden hacerlo: haciendo lo que más amaba. En la fiesta de los lunes, en el escenario que durante décadas vio pasar lo mejor de nuestra música. Se fue cantando, con el alma entregada a un público que lo aclamó hasta el final. Se fue de pie, con la música de fondo, rodeado de amor. Eso es, quizás, un poco de consuelo entre tanto dolor.

LA ESTRELLA DE LA SEMANA
RESCATISTAS

Esta semana no podíamos mirar para otro lado. Lo que pasó en Jet Set fue una tragedia que dejó a todo el mundo en shock. Pero entre el caos, también vimos lo mejor de la gente.

Más de 300 rescatistas —dominicanos y también de México, Puerto Rico e Israel— se metieron entre los escombros sin pensarlo, buscando vida. Los voluntarios llegaron con comida, consuelo, manos. El personal de salud no ha parado. Y en el Hemocentro, se juntaron tantos a donar sangre que solo en un día se recogieron más de 400 unidades. Gracias a ese esfuerzo colectivo, más de 180 personas fueron rescatadas con vida.

A veces no hay mucho que decir, solo aplaudir de pie. Esta estrella es para ellos. Porque cuando todo se derrumba, siempre hay quienes se quedan para sostener.

Un chin de ayuda sí hace la diferencia

Después de lo que pasó en Jet Set, muchas familias están enfrentando uno de los momentos más duros de sus vidas. Perdieron a alguien, tienen gastos médicos, funerarios, necesitan apoyo. Y aunque nada borra el dolor, un chin de ayuda sí puede hacer la diferencia.


Jompeame abrió una campaña para apoyarlos. Puedes donar desde RD$100 entrando aquí o haciendo una transferencia a las cuentas que aparecen en la plataforma. Las donaciones servirán para cubrir desde gastos médicos y funerarios, hasta apoyo emocional.

Gracias por leer.